Cuando vivía en Chile, hace ya unos 20 años, entrenaba levantamiento de pesas en un gimnasio donde daba clases un personaje muy particular, una suerte de gurú de acero. En su vida, este hombre seguramente olvido más sobre cultura física de lo que yo jamás sabre: Don Raul.
"El Joe Weider Chileno", como le llamábamos, era un hombre que comandaba respeto. En aquel momento tendría poco más de 50 años pero aun mantenía biceps de 17 pulgadas sin esteroides. Su apariencia física sin duda y su fuerza, no era la de un hombre en sus 50´s. Pero era más que eso lo que nos hacía admirarlo, tenía gran sabiduría y principios.
Recuerdo un entrenamiento en especial, no porque fuera una sesión buena, sino por lo mal que la estaba pasando. Era un frío día de invierno, llovía, estaba con catarro y a pesar de varios sets livianos no podía entrar en calor. En aquel momento, las mancuernas de 70 libras eran lo más pesado que ofrecía ese gimnasio y trabajar con ellas era señal de alto rango, un jerarca de acero jeje.
En ese día sin embargo, estaba muy lejos de ser un jerarca, más bien un plebeyo. Estaba tan desmotivado que pensé literalmente en tirar las mancuernas, guardar mis cosas y regresar a casa. Justo en aquel momento me tope con Raul y tras manifestarle mi disgusto por mi pobre desempeño ese día, se tomo un tiempo y me dijo lo siguiente:
Recuerda que entrenar es un privilegio.
En aquel momento las palabras no me hicieron mucho click. Más bien lo interprete como una reflexión sobre cómo, cuando estas enfermo, un descanso extra es importante para la recuperación de los músculos, la fuerza y bla, bla, bla. Hoy lo entiendo de otra manera y estoy seguro que mi entendimiento actual de esas palabras es precisamente lo que Raúl quería transmitirme entonces.
Empece a entrenar boxeo a los 12 años, desde entonces no he dejado la actividad física. Dedique casi 15 años de mi vida al alto rendimiento y en ese tiempo nunca me puse a pensar que poder utilizar tu cuerpo para algo tan simple como una contracción isométrica o un movimiento complejo como un Windmill con Kettlebell es en efecto, un privilegio.
Fácil es dar por hecho las cosas que hacemos diariamente porque están ahí a nuestro alcance. Pero cuando ocurre una lesión, un cambio en el estilo de vida, en el trabajo, incluso un cambio de ubicación. En esos momentos en que la vida te recuerda que lo único seguro es el cambio y tu mundo se pone de cabeza, es bueno hacer un alto, dar gracias por la bendición de poder entrenar.
Viví esto en carne propia hace unos 6 meses, a raíz de un accidente caprichoso en mi hombro izquierdo que limito significativamente todo lo que podía hacer con mi brazo izquierdo. No Snatches, No Delt Presses, despechadas solo en algunos ángulos específicos, . Pffffff incluso tuve que limitar todo lo que tuviera que ver con entrenamiento de biceps, las sentadillas también eran un problema. El dolor era así de intenso y consecuentemente mi nivel de frustración era muy alto.
He sufrido muchas lesiones en mi vida, algunas graves otras no tanto, pero esta fue diferente. Está herida no solo me afecto en lo físico, afecto mi mente y me hizo flaquear, dude de mi mismo. Llegue a pensar que el "viaje" había terminado.
El tiempo en que me lesioné coincide con 2 años de relativa inactividad que pase como coordinador de mercadeo en Tigo Business. Mi régimen de entrenamiento de 8 veces a la semana, se convirtió en 3 sesiones con suerte. Pero el desgaste en la articulación venía de mucho antes, la falta de ejercicio frecuente solo intensifico el debilitamiento hasta que el músculo simplemente cedió. El costo de trabajar en el "mundo corporativo" fue alto para mi físico, pero quejarse sería injusto porque gane mucho más de lo que perdí. Pregúntenle a mi esposa.
Pero la vida sigue siempre y mi existir empezó a girar en torno a otras cosas y proyectos. Un día... recordé y no por coincidencia (de eso estoy seguro):"Entrenar es un Privilegio". las palabras fueron como un palmetazo en la nuca de mi Sensei Cristián "Gorila" Martínez (Q.E.P.D.).
Efectivamente había movimientos que la lesión no me permitía hacer, pero aun tenía el privilegio de poder hacer algo con mi cuerpo, de entrenar. Empezar de nuevo fue una experiencia dura, un ejercicio en humildad...pero en algún punto se debe reiniciar aun si ese punto es cero.
¿Qué me funciona hoy? Valorar las cosas simples, los privilegios exclusivos y dar Gracias a Dios por lo que se tengo y por lo que soy capaz de hacer. No todos los días puedo o quiero entrenar, estar con mi familia, es un privilegio que quiero aprovechar al máximo. Cuando si puedo entrenar sigo siendo un salvaje, eso nunca va a cambiar. Incluso eso me ha beneficiado, a raíz de no poder realizar algunos movimientos soy mucho más fuerte en otros. Eso es lo importante, no limitarse, siempre hay espacio para mejorar, para crecer, aun si eso implica empezar de nuevo. De hecho empezar de nuevo es en sí un privilegio, el privilegio de poder hacer algo nuevo, algo mejor. Gracias Raul...
